sábado, 14 de julio de 2007

¿Viejos Antes de Tiempo?

Y si... los años pasan para todos y lentamente vamos mutando hacia eso que nunca quisimos ser: viejos chotos. Los movimientos se hacen más lentos, cuesta más correr, empiezan a aparecer problemas donde nunca los hubo y la cara parece derretirse un poquitito más cada día.

Pero esta vejez es inevitable y por lo tanto, no me interesa hablar de eso. Lo que realmente me moviliza a escribir esta nota es el envejecimiento que se empieza a vislumbrar en la cabeza. No hablo de la calvicie, me estoy refiriendo concretamente a los indicios que va dando nuestro cerebro de que estamos yendo lenta pero inexorablemente a una vejez poco digna.

La edad en la que se manifiesta la vejez varía de persona a persona. Yo he visto viejos de treinta años, que si bien en una foto se veían muy jóvenes, en el trato uno notaba todo lo contrario. De esto se desprende una verdad indiscutible: el cuerpo y la mente envejecen, pero cada uno por su lado. En algunas personas envejece primero la mente y en otras, primero el cuerpo.

No hay que caer en una fácil confusión: madurez no es vejez. Evolucionar no es envejecer. En el imaginario de ignorantes y adolescentes es muy fácil caer en esa idea, ya que no tienen la capacidad de desarrollar un pensamiento elaborado y si están frente a uno, no lo entienden. Ante algo que a todas luces es imposible de comprender, está claro que proviene de un viejo de mierda.

Para separar un poco las aguas, quiero ahondar en la evolución. En algún momento de nuestras vidas, lentamente vamos cambiando de parecer en muchas cosas. A medida que uno va siendo vapuleado por la realidad, todo el idealismo universitario de cambiar el mundo haciendo marchas va perdiendo sentido. Se empieza a ver y a entender con otra claridad y esa claridad se manifiesta más aún cuando uno empieza a tener certezas acerca de lo que quiere y no quiere. Pasados los treinta, por ejemplo, uno ya no debería ser tán estúpido como para empezar a fumar. Esa clase de estupidez está ligada a la etapa adolescente. En la etapa adulta está el sufrimiento para tratar de dejarlo y esa permanente sensación de "qué pelotudo era cuando era pendejo".

Reconocer los errores de la adolescencia y notar lo pedorro que era todo lo que nos gustaba en aquel entonces, es una buena señal de evolución. Pero hay otras señales que denotan envejecimiento y voy a pasar a describirlas para que cada uno encienda una señal de alerta cuando se sienta identificado.

Como expliqué en el párrafo anterior, es una buena señal notar las enormes diferencias entre lo que nos gustaba en la adolescencia y lo que nos gusta hoy. Un rasgo distintivo de la vejez es no entender que algo no nos gusta por ser bueno o malo, sino que es por la predisposición que uno tiene en ese momento. El viejo no distingue las diferencias concretas entre las distintas épocas y se autoconvence de que antes todo era mejor. ¿Por qué antes era todo mejor? Por la sencilla razón de que eran jóvenes y por lo tanto tenían una receptividad mayor a todo. Hoy en día un viejo no puede ni siquiera seguir una película nueva, por lo que automáticamente cree que es debido a que las películas de su juventud eran mejores y por eso las podía ver.

Partiendo de esa base, podemos decir que un signo de vejez en una persona joven es creer, por ejemplo, que los programas para chicos de su infancia o los grupitos de pop adolescente eran mejores que los de hoy. Creer que las porquerías de "Menudo" o "Tremendo" eran mejores que la escorias de "Bandana" o "Gamberro" sería un buen ejemplo, cuando no tiene ningún sentido ya que sea de la época que sea, se trata simplemente de bosta comercial y fugaz para adolescentes calentonas. Lo único que diferencia a una bosta de otra, es la estética de cada época.

Debemos tener en cuenta lo que decimos, cómo y cuando. A veces, la influencia de gerontes en el círculo familiar puede agregar a nuestro coloquio términos indeseados. Hoy en día, a las chicas no les "llenan la cocina de humo". Ya no hay "chicas de su casa" ni son "buenas mozas", a menos que laburen en un bar. Palabras y frases como: "regio", "macanudo", "¡qué plato!", "discjockey", "esto no tiene goyete", "me están tomando para el churrete", "me caigo y me levanto", "cayó piedra sin llover", "¡a la pipeta!" y su variante moderna que supuestamente es ingeniosa "¡a la pipetuá", "¡a la perinola!", "¡a la fresca!", "qué te tiró de las patas...", "esto está de rechupete","está para chuparse los dedos", "ponete el echarpe", "¡no salgas toda despechugada!", "callate chirusa", "¡qué churro!", "permiso, dijo un petiso", "esto es una engañapichanga", "¡qué polenta que tenés!", "a otra cosa mariposa", "yo soy solo" y "hace frío, tapate con la cobija", entre otras, deben ser desterradas de inmediato.

No sólo hay que quitar vocablos de otras épocas heredados por influencia, hay que quitar también los que uno mismo decía en tiempos pasados. El sólo hecho de mantener modismos de hace veinte años, es una señal peligrosa debido a que se perdió contacto con la jerga moderna. El aislamiento cultural es una clara muestra de vejez. Mientras que en otros tiempos uno tenía un mínimo de onda, hoy no sabe de qué carajo se trata eso. El término "copado" hoy en día sobrevive, pero "apretar" no. Definitivamente, hoy la gente no "apreta". Es entonces imperativo no volver a emitir palabras y frases como: "hoy me le tiro a Laurita", "¿Y? ¿Te la apretaste? No, me rebotó", "¡mató!" o su variante "¡mató mil!", "¡faaaaa!", "¡mmmmh, qué hambre!", "Dios, cuando seremos dos" y "estos son culo y calzón", entre otros grandes éxitos.

A no temer, aunque parezca contradictorio, el método más efectivo para no parecer un viejo mañana, es no tratar de parecer joven hoy. Si hoy en día decís "estamos en el horno", estás en la jerga. Pero corrés el riesgo de seguir diciéndolo dentro de diez o veinte años, lo cuál te haría quedar como un imbecil. Los jóvenes del mañana se preguntarán por qué éste viejo choto dice esas cosas. ¿La solución? No usar términos de moda. Si en lugar de decir "estamos en el horno" decís "estamos para la mierda", nunca pasará de moda. Queda bien hoy y dentro de cincuenta años. Es así, los clásicos jamás pasan de moda.

Hay que tener mucho cuidado con las reacciones. Hay reacciones de viejo perfectamente reconocibles. Supongamos que viendo televisión nos encontramos con una situación que provoca alguna indignación, ahí es donde salta el jubilado que llevamos dentro. En ese momento, decir con tono indignado "qué vergüenza" o "qué barbaridad" es un síntoma muy fuerte de que te estás yendo al carajo.

Como decía el gran Tato Bores, hay que mantener la neurona atenta. No hay que dejar que nuestras ocupaciones nos alienen de las cosas que pasan y no hay que ver a los chicos como si fueran de otro planeta. Los tiempos, las costumbres y las tecnologías cambian. Nosotros tenemos que acompañar y entender esos cambios a medida que pasa el tiempo y si no lo hacemos, corremos el riesgo de terminar como esos viejos a los que vemos enojados quejándose de todo. Como si los jóvenes se hubieran vuelto idiotas. Como si las generaciones actuales fueran peor y ellos hubieran sido lo mejor de la historia de la humanidad. Como si la realidad los hubiera abandonado a su suerte. Les aseguro que envejecer resentido con la realidad, es una forma muy triste de ponerse viejo...

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Qué barbaridad!!!!!"
Me hiciste sentir una "jovata"... Mejor me voy a mirar Canal Volver en el sillón "tapada con la cobija", o tal vez escuche un "Longplay" en el "combinado"

Hablando en serio, muy bueno... todo el blog en realidad... pero esta nota de la vejez fue la que más me gustó hasta ahora...

Un beso y continúa así...