viernes, 10 de abril de 2009

El Sepelio Bananero

El 31 de marzo de 2009, probablemente constituya el antecedente de un futuro feriado. En algunos años, se decretará seguramente que recordemos a esa fecha como "El día de la democracia" o algo similar. Lo juntamos con el 2 de abril y tenemos otro fin de semana largo.

La muerte de Raúl Alfonsín destapó una tristeza colectiva difícil de explicar. El cortejo fúnebre de cien mil personas hacia el cementerio de Recoleta era para mí totalmente inesperado. Un ex-presidente que terminó tan mal su mandato, que hace 20 años era el piantavotos número uno de la Argentina, no prometía semejante movilización espontánea de gente para darle el último adiós. Y es raro ver tanta gente movilizada detrás de un político sin la promesa de un plan trabajar o algo similar.

Empecé entonces a hacer memoria y a entender un poco que si él terminó tan mal su mandato, fue porque nunca estuvimos como país a su altura. Eso se entiende más a la distancia, cuando vimos la calidad de líderes que lo sucedieron.

Somos una sociedad bananera, no cabe duda. Argentina está compuesta por un pueblo básicamente irresponsable, con nociones casi nulas de civismo, con una honestidad más que dudosa y sobre todo eso, egoísta. Nunca jamás reconoceremos lo mal que hacemos las cosas, para eso siempre podremos culpar a los políticos como si fueran extraterrestres que bajaron de una nave espacial para gobernarnos y someternos a su corrupción.

¿Alguien toma conciencia de la importancia histórica del juicio a las juntas? No. Para esta sociedad bananera fue un juicio más. Algo que se tenía que hacer y que era inevitable. No miramos a nuestro alrededor para darnos cuenta que el resto de los países del continente aplicaron leyes de amnistía. No miramos el caso de Chile -el peor de todos- con una dictadura fuertemente personalista sobre Pinochet, que terminó casi al final del mandato de Alfonsín y además, al poco tiempo se le dio al dictador el cargo de "senador vitalicio".

Nadie entendió, en la ignorancia que nos caracteriza, que ningún otro país se atrevió a juzgar a sus dictadores para no poner en riesgo la democracia incipiente y debil. Era mucho riesgo juzgar a militares en actividad con el apoyo de gran parte del ejército y Alfonsín lo corrió. Nunca lo apreciamos. Cuando la situación era insostenible dictó las leyes de obediencia debida y punto final. Era eso o correr riesgos mucho mayores.

Para este pueblo bananero, con sus medios de comunicación bananeros y sus políticos bananeros, esas eran las "leyes de la impunidad". Era dejar a los asesinos sueltos porque claro, para nosotros ese era un juicio más y como tal, la decisión de darle un final abrupto no era más que un arreglo espúreo con los militares. Nunca entendimos nada. Ni la importancia, ni el costo ni la magnitud del juicio. Protagonizamos un hecho inédito en la historía de toda América como si fuera un partido de fútbol.

Alfonsín fue el último presidente con un proyecto de país. Tampoco lo entendimos. Cuando su gobierno decaía, convocó a Rodolfo Terragno seducido por las ideas de su libro "La Argentina del siglo XXI". Entendía que las empresas del estado necesitaban un componente privado como socio estratégico (no como dueño) para funcionar con más eficiencia. Intentó asociar a Aerolíneas Argentinas con la Scandinavian Airways System (SAS). El estado se quedaba con el 51% de las acciones de Aerolíneas, el presidente, el vice y siete de los doce miembros del directorio. SAS ponía 204 millones de dólares (de 1988) por el 40% de la empresa y el personal recibía el 9% restante en acciones. Todo estaba listo para firmarse, pero nosotros, mientras pelábamos la banana, creímos que se estaba entregando el país... nos dejamos llevar por los mismos peronistas que boicotearon la venta para terminar malvendiendo la empresa unos años después. Hoy en día es la privatización mas vergonzosa de la década del 90.

Menem buscaba su reelección en las elecciones de 1995 pero la constitución impedía a un presidente presentarse a un segundo cargo consecutivo con lo cuál era necesaria una reforma constitucional.

Era el mejor momento del oficialismo, el 1 a 1 todavía no daba señales del desastre que iba a provocar y el presidente contaba con una imagen positiva difícil de mejorar. El peronismo fue obteniendo el apoyo de los gobernadores y legisladores radicales para convocar a un plebiscito sobre la necesidad de la reforma y claramente iba a ser favorable a las aspiraciones del gobierno.

Entonces el 22 de octubre de 1993 el presidente Menem sancionó el Decreto 2181/93 convocando a una consulta popular voluntaria para que la ciudadanía se expresase respecto a la reforma constitucional que debería realizarse el 21 de noviembre.

Era claro que lo único que le interesaba al peronismo era la reelección y también era claro que la iba a obtener. Alfonsín tuvo varias reuniones con Menem en la casa del ex canciller Dante Caputo y surgió el famoso pacto. El radicalismo permitía una nueva y única reelección presidencial y a cambio, el peronismo incluía en la Constitución Nacional la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires, la creación del Consejo de la Magistratura, elección directa de senadores, extensión del período de sesiones ordinarias del Congreso de 4 a 8 meses, la figura del Jefe de Gabinete, el sistema de ballotage para definir una elección, la reducción del mandato presidencial de 6 a 4 años y un largo etcétera. El 22 de agosto de 1994, luego de las elecciones constituyentes, fue sancionada la nueva Constitución Nacional.

Vuelvan a releer por favor el párrafo anterior. Ese pacto constituía una gran reforma institucional y electoral, pero... un pueblo bananero no está en condiciones de entenderlo. Para nosotros, el pacto de Olivos fue un acuerdo corrupto para que Menem vuelva a ser presidente.

En 1995, Menem gana con el 51% de los votos. Mejor porcentaje aún que en 1989. La reforma solamente posibilitaba que se presente, pero nosotros mismos posibilitamos que él vuelva a ser presidente. Luego... nadie reconocía que lo había votado. La pregunta por aquel entonces era "¿quién lo votó?".

Los medios de comunicación, ante el desconcierto popular de un pueblo que no entendía que su voto era decisivo, debía buscar un chivo expiatorio para que la gente no se suicide. El resto es historia conocida. Alfonsín pactó y nos "obligó" a tener a Menem cuatro años más. Nosotros no somos responsables de nada.

Así somos y así nos va. Esperamos que algún día un gran lider nos saque del desastre pero cuando lo tengamos delante de nuestras narices, lo vamos a ignorar. O a boicotear. O a culpar de nuestros defectos. O todo junto.

Mientras tanto, vamos a esperar mucho tiempo para darnos cuenta de las cosas. Debimos haber apoyado a Alfonsín cuando era presidente, no cuando se murió. Pero así somos.

A propósito... ¿Vieron que caro está el kilo de bananas?